LA HUELLA (campaña de Buenos Aires, en 1900)
La danza está representada en la figura denominada contragiro.

Indumentaria femenina: medias de muselina. Zapatos de taco mediano. Vestido enterizo de percal o zaraza en color liso con pequeños estampados. Escote alto hasta el nacimiento del cuello. Corpiño de la bata abotonado en la espalda. Mangas “jamón”. Cinturón de tela anudada marcando la cintura. Pañuelo grande, de seda, al cuello.
Peinado alto (“bombé”) sobre la frente. Con alguna flor. El modelo dibujado es copia de un retrato antiguo: traje todo blanco con un ancho volado al borde de la falda unido por ojalillos y cinta pasada. Al cuello gran pañuelo celeste. El cinturón muy oscuro.
Indumentaria masculina: bombacha angosta. Bota cortita, taco alto, caña blanda, costura lateral. Con o sin espuelas. En caso de usarlas, deben ser pequeñas, de tipo moderno, Camisa blanca o de color sin cuello. Blusa corralera sin bordado. Pañuelo al cuello sin extenderse a la espalda. Chambergo negro o de color, copa chata y hundida.
Faja. Tirador con rastra. Cuchillo a la cintura.
Documentación:
Vega, Carlos: Cronología de la danza.
Fotografía Familiar: Indumentaria femenina.
Sáenz, Justo P.: Indumentarias masculinas regionales y de época.
Chiripá:
El "chiripá", cuyos antecedentes le asignan un probable origen indio, es una especie de manta, muy parecida al poncho y hasta se afirma que los primeros "chiripaes" no fueron otra cosa.
En la lengua quichua, significa "para el frío".
Las orillas se ribeteaban con trencillas, y los colores vivos, a que fueron tan afectos los gauchos, eran frecuentes, ya en un tono uniforme, ya en franjas o listas longitudinales.
Al igual que el poncho, el chiripá de vicuña (rumiante de la región cordillerana, que produce lana de excelente calidad) era expresión de riqueza y buen gusto, lo mismo ocurría con el merino negro.
El vistoso chiripá no se usó en los primeros tiempos, y puede asegurarse que como traje característico no figura sino desde 1780 en adelante.

Serenero y sombreros
El "serenero" es un pañuelo de igual o mayor tamaño que los usados para el cuello; se llevaba debajo del sombrero, cubriendo la cabeza, la nuca y parte de la cara; de día era una protección contra el viento y el sol; de noche, contra el sereno (especie de rocío) fresco y peligroso para quienes están mucho tiempo expuestos a su acción. De ahí su nombre de "serenero".
Los sombreros, el casi cónico sombrero de alas angostas, usado a principios del siglo pasado y que nunca cayó por completo en desuso, hasta el chambergo clásico de fines del mismo, son muchos los tipos y formas, las variantes que pueden apreciarse en ese transcurso de menos de cien años.
Entre ellas merece citarse como principales, el sombrero de paja, de copa armada y algo cilíndrica, muy usado en zonas cercanas a Buenos Aires, y el famoso "panza de burro" , su nombre se debía a que estaba hecho con el cuero que cubre el vientre de dicho animal, que fue el sombrero favorito de los "montoneros" o soldadesca gaucha que seguía a los caudillos en el periodo de nuestras luchas civiles.
El serrano, especialmente el de las regiones norteñas, fue en todo tiempo amigo de sombreros de alas anchas, que lo necesitaba para defenderse de los fuertes soles de aquellas zonas.

Para el gaucho, la pelea era franca y leal si se realizaba cuerpo a cuerpo, "fierro a fierro", o sea con arma blanca. El uso de armas de fuego se reputaba cobardía, verdadera traición.
Las armas comunes fueron el cuchillo, el facón y la daga, amén de las boleadoras y del pesado rebenque o talero, contundente en sumo grado cuando se los sabía manejar hábil y serenamente. El gaucho le dió al cuchillo variedad de nombres: flamenco, alfajor, envenado (el mango con retobo de vena) y "amojosado" o "amojosao".
Esta última denominación tenía cierto carácter despectivo, pues con ella se expresaba que el arma era poco usada por su dueño y de ahí que se le "amojosara" (enmoheciera) dentro de la vaina
El cuchillo, de hoja triangular y filo de un solo lado, era elemento de trabajo; se lo empleaba para carnear, cuerear, cortar guascas y tientos, comer, etc.

El facón, de hoja muy larga, con filo de un lado y un pequeño contrafilo en la iniciación del lomo, era arma de combate; entre la hoja y la empuñadura solía tener un travesaño de metal o gavilán, de diversas formas, que defendía la mano de los cortes. El facón podía ser reemplazado por la daga, de menor longitud, con filo y contrafilo total, sin gavilán o con uno muy pequeño. Algunos facones llegaban a medir hasta setenta y cinco centímetros de largo.
Tanto el cuchillo como el facón y la daga, se enriquecían con mango y vaina de plata o de plata y oro, según las posibilidades de sus dueños.
A veces, el facón o daga era largo casi como una espada y resultaba incómodo para llevarlo en la cintura, sobre todo, andando a caballo.
El inconveniente se obviaba colocándolo en el recado, entre las caronas y sobre el lado de montar; por eso, se le daba el nombre de "caronero", denominación que corresponde también al cuchillo o facón corto que solía esconderse entre las mismas, a modo de reserva para ciertos casos
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Boleadoras:
La primer noticia importante sobre "la bola" indígena nos la da Luis Ramírez, de la expedición de Gaboto, quien en su carta de 1582 dice: "Estos querandíes son tan ligeros que alcanzan un venado por pies; pelean con arcos y flechas y con unas pelotas de piedra tan grandes como el puño, con una cuerda atada que, las guía, las cuales tiran tan certeros que no yerran a cosa que tiran".
El ingenio criollo, acuciado por las necesidades naturales del campo, perfeccionó la primitiva "bola arrojadiza" del salvaje y obtuvo las famosas boleadoras en sus dos tipos; las "ñanduceras" de dos bolas, usadas para el ñandú o avestruz, venados, etc., y las "potreadoras", de tres, más pesadas y de ramales reforzados, pues estaban destinadas a la caza de "baguales" y eran también arma de pelea. Más común que el nombre de boleadoras fue el de bolas, los indios pampas les llamaba "laques", y los quichuas, "libes".
Pero el gaucho adoptó el clásico y armonioso nombre de "las tres Marías", inspirada en la igualdad del número de bolas con el de las estrellas de esa típica constelación que nuestro amplio cielo de la llanura pone ante nuestros ojos.
"Las tres Marías" consisten en un trío de ramales retorcidos que se unen en un centro equidistante de los extremos sueltos; cada punta termina en una bola de piedra u otra substancia pesada, retobada o forrada en cuero crudo; la longitud máxima, de bola a bola, es de 2,45 metros, más o menos. Una de las bolas es más chica, a los efectos de servir como agarradera o manija.

Rebenque:
El rebenque, en sus diversas formas de rebenque propiamente dicho, guacha o talero y arreador o "arriador", es acaso la prenda más conocida de cuantas forman el apero, no imprescindible que a veces las riendas suelen prolongarse en una azotera que lo reemplaza.
Un rebenque se compone de cabo, lonja y manija; desde el modesto de trabajo, hecho de madera y cuero, hasta el lujoso cuyo cabo y manija es totalmente de plata o plata y oro, la variedad es grande. La guacha o talero, de cabo grueso y ancha, es de uso exclusivo de los domadores.
El "arriador", de cabo corto y larga trenza terminada en una azotera de poca longitud, tuvo dos categorías; la de modesta herramienta de trabajo, representada por el cabo de madera o hierro y de uso común entre los peones, y la de prenda lujosa, típica en manos del patrón, con cabo de metal precioso y trenza de finos tientos.

Lazo:
En el apero gaucho de todas las regiones, pero más especialmente en el de la pampeana, el lazo y las boleadoras fueron complemento obligado e indispensable. El trenzado, de mayor o menor número de tientos, y el retorcido o torzal "pampa" y chileno se le llamaba al último, fueron comunes aquí y allá; sus diferencias residen, únicamente, en la longitud, que varía en cierto modo, y en el reemplazo de la argolla de la armada por una presilla, con ojal y botón, según se acostumbran en algunos lugares norteños.
También, puede anotarse la forma distinta cómo se lleva el lazo en el caballo; sobre las ancas o grupa, en rollos chicos, o en rollos grandes que caen detrás de la grupa y llegan casi hasta los garrones del animal.
El lazo, obligó al gaucho a crear en el apero una pieza especial, llamada "asidera", "esidera", o "cinchero" en las regiones de la pampa; centro y litoral. En ella se sujeta o prende la presilla del lazo cuando se enlaza de a caballo; es una argolla que va unida a la encimera por un correón y otras a la sobrecincha o al "pegual" (prendas que reemplazan al cinchón), por dos correas fuertes de unos 10 a 15 cm. de longitud; la argolla sirve de vértice y las dos correas se abren en ángulo para ofrecer mayor resistencia a los tirones de los animales enlazados.
datos de folkloreando.blogspot.com,se agradece.